El proyecto «Acompañamiento en el abordaje de la dinamización de los espacios deportivos» (Pista Negra) surge a partir de las dificultades observadas en el acceso y en el uso por parte de las vecinas jóvenes (del barrio Raval) del espacio de Pista Negra y otros similares.
Con esta iniciativa impulsada por el Pla de Barris de Raval del Ajuntament de Barcelona y desde la perspectiva de género en clave feminista, visibilizamos las restricciones que encuentran las jóvenes y ampliar las estrategias de respuesta ante estas limitaciones, para posibilitar y potenciar su participación, integración y apoderamiento dentro de estos espacios públicos del barrio. El proyecto desarrollado en dos fases, permitió tener una imagen de las dinámicas interrelacionales que se dan alrededor de estos espacios comunitarios, de las realidades con las cuales se encuentran las chicas jóvenes del Raval en estos espacios y de los significantes que les otorgan, para profundizar en estrategias que les posibilitará acceder, hacer uso y apropiarse de estos recintos deportivos.
“En cuanto a los usos y disfrutes de espacio público, ‘algunas geógrafas feministas han apuntado que el espacio de la ciudad se ha generizado de forma que excluye a las mujeres del espacio público, o las incluye solo en unos roles altamente planificados y delimitados’ (Ruddick, 1996: 135). Por lo tanto, no es lo mismo ser una chica que un chico en el espacio público. La movilidad espacial de los chicos está menos controlada que la de las chicas (Thomas, 2005), ya que su género marca los roles y disciplina sus cuerpos para que las chicas se comporten de forma ‘apropiada’ en el espacio público. Los cuerpos de las mujeres en las calles son sexualizados por la mirada masculina en el espacio público, hecho que tiene importantes consecuencias en la forma en cómo viven las ciudades (Hyams, 2003). La cuestión del miedo también es un factor fundamental que marca una importante desigualdad de género en el acceso a las ciudades (Valentine 1992; Ruddick 1996; Koskela 1997; Pain 2001). El miedo que las mujeres sienten en el espacio público es producto de una violencia sistemática estructural (Pain, 2001) que sirve como recordatorio de su vulnerabilidad (Koskela, 1997). Esto conlleva que el uso que las chicas hagan de los espacios públicos variarán también según la percepción del miedo, marcado por el género, y condiciona la experiencia de la ciudad y la libertad de movimientos (Pain, 2001). Así, las chicas experimentan unas restricciones concretas a causa del género en el que se inscriben, haciendo que los significados que dan a los espacios puedan ser distintos a los de los chicos y los usen de una forma determinada y para actividades que encajan con el hecho de ser chicas jóvenes. Aunque hay que tener en cuenta que las prácticas de género se articulan y refuerzan con otros ejes de desigualdad (Erkhamp, 2008), como muestran estudios que relacionan el género con la clase (Gough y Franch, 2005; Evans, 2006; Hyams, 2003; Koning, 2009), la etnia (Erkhamp, 2008) y evidentemente la edad.” (“¿La calle es mía?, Poder, miedo y estrategias de empoderamiento de mujeres jóvenes en un espacio público hostil”. Maria Rodó-de-Zárate Jordi Estivill i Castany, Junio de 2016. Ed. Emakunde).